POEMAS, RESEÑAS DE LIBROS DE POESÍA, TRADUCCIONES, HAIKU.

sábado, 28 de septiembre de 2013

SEAMUS HEANEY. DEATH OF A NATURALIST (MUERTE DE UN NATURALISTA)






Una segunda entrada en memoria de S. Heaney. Esta vez con la traducción de su poema emblemático MUERTE DE UN NATURALISTA, que da título al libro por el que Heaney alcanzó reconocimiento como gran poeta. Incluimos también el poema original.





MUERTE DE UN NATURALISTA

Todo el año la presa de lino se inflamaba en el corazón
de la ciudad; verde y con la cabeza hinchada,
el lino se había podrido allí, trabado por enormes turbas.
Diariamente se asfixiaba bajo un sol de justicia.
Las burbujas rompían delicadamente, los moscardones
tejían una tupida gasa de zumbidos alrededor del hedor.
Había libélulas, mariposas moteadas,
pero lo mejor de todo era la cálida, espesa baba
de las huevas de rana que crecía como agua coagulada
a la sombra de las orillas. Aquí, cada primavera
yo llenaba búcaros de granos
de gelatina para alinearlos en los alféizares de casa,
en las estanterías de la escuela, y esperaba y observaba hasta
que los puntitos chafados reventaban en ágiles
renacuajos nadando. La señorita Walls nos contaba que
papá rana se llamaba rana toro.
Y cómo croaba y cómo mamá rana
ponía cientos de pequeños huevos y esto era
huevas de rana. Uno podía predecir el tiempo por las ranas también,
ya que eran amarillas con el sol y marrones
con la lluvia. Entonces un día de calor en que los campos estaban cubiertos
de boñigas de vaca, en la hierba las ranas furiosas
invadieron la presa de lino; yo me escondí entre los setos
de un intenso croar que no había oído
antes. El aire era espeso con un coro de bajos.
Justo debajo de la presa, ranas de vientre abultado estaban ladeadas
sobre las hierbas; sus cuellos anchos latías como velas. Algunas estaban
preparadas como granadas de barro, con sus cabezas romas resoplando.
Sentí náuseas, me volví, y corrí. Los grandes reyes del cieno
estaban reunidos allí para la venganza y yo supe
que si yo sumergía mi mano, las huevas la agarrarían.

(Trad. V. Carcelén)




DEATH OF A NATURALIST


All year teh flax-dam festered in the heart


Of the townland; green and heavy headed


Flax had rotted there, weighted down by huge sods.

Daily it sweltered in the punishing sun.

Bubbles gargled delicately, bluebottles

Wove a strong gauze of sound around the smell.

There were dragon-flies, spotted butterflies,

But best of all was the warm thick slobber

Of frogspawn that grew like clotted water

In the shade of the banks. Here, every spring

I would fill jampotfuls of the jellied

Specks to range on window-sills at home,

On shelves at school, and wait and watch until

The fattening dots burst into nimble-

Swimming tadpoles. Miss Walls would tell us how

The daddy frog was called a bullfrog

And how he croaked and how the mammy frog

Laid hundreds of little eggs and this was

Frogspawn. You could tell the weather by frogs too

For they were yellow in the sun and brown

In rain. Then one hot day when fields were rank

With cowdung in the grass the angry frogs

Invaded the flax-dam; I ducked through hedges

To a coarse croaking that I had not heard

Before. The air was thick with a bass chorus.

Right down the dam gross-bellied frogs were cocked

On sods; their loose necks pulsed like sails. Some hopped:

The slap and plop were obscene threats. Some sat

Poised like mud grenades, their blunt heads farting.

I sickened, turned, and ran. The great slime kings

Were gathered there for vengeance and I knew

That if I dipped my hand the spawn would clutch it.

jueves, 12 de septiembre de 2013

DOS POEMAS EN "DOS POEMAS Y UN CAFÉ"

En el  último número de la revista virtual de poesía DOS POEMAS Y UN CAFÉ, Javier Ocaña  ha tenido a bien incluir estos dos poemas. Se trata de una publicación modesta pero muy cuidada, casi artesanal. Gracias y suerte, amigo.



LLÁMALO SUERTE

Llámalo suerte, margen izquierda, la cuneta 
Estaba ahí, a dos palmos del arcén,
Para que detuviéramos la marcha
Y pudiéramos ver mejor el animal.
Ni zorro ni jabato: un vulgar perro
Atropellado, moribundo.

Llámalo suerte, sangre negra, aún se movía,
Yo no quería, pero fuiste tú
Quien se empeñó
En recogerlo e intentar salvarlo,
Y así lo hicimos, lástima
De maletero: aún olía a nuevo.

Llámalo suerte, inexorable paso
Del tiempo, aburrimiento, nos cansamos,
Tenía, acaso, que pasar.
                         Y aquí
Nos quedamos los dos
Solos, lamiéndonos aún
las heridas.
Te fuiste sin ponerle
 nombre.

     Quizá lo llame suerte.




LUGAR


La persona es el lugar de los demás,
El lugar de las cosas que se nombran,
Nuestro lugar en nuestro mundo parado y único.

La persona que no soy yo
Es la escritura contra los demás,
Como un borrón y cuenta nueva
En los hábiles trazos de un papel quemado.

Para que yo desaparezca
Se tiene que romper mi espacio,
Hundirse o perderse como una telaraña
De luz en el silencio.

Y yo estoy siempre quieto
O muerto en mi lugar común,
Alguien que escribe frases de ceniza
Cuando no queda nadie que las lea.

Alguien con un insecto de metal
Metamorfoseándose en su oído.
El que vende relojes en la esquina
Equivocada para un tiempo
Que no llegará nunca.