UNA PAZ EUROPEA, de FRUELA FERNÁNDEZ
PRE-TEXTOS, POESÍA.
Unos
versos de John Berger, “El último día del
año/ todas las ciudades pueden disfrazarse/ Impune, Marrakech se prueba la ropa
de París/ Madrid se sueña libre/ Trinidad revienta el Banco de Inglaterra”, anteceden,
a modo de cita, al conjunto de quince poemas o partes que conforman Una paz europea, del asturiano Fruela
Fernández (Langreo, 1982).
Estos versos del pintor, crítico de
arte y escritor británico, así tomados aisladamente, en apariencia, poco o nada
tendrían que ver con la obra que nos ocupa, Una paz europea. Sin
embargo, nada más alejado de la realidad: esas líneas corresponden a uno de los
textos de Un séptimo hombre, “un
libro de imágenes y palabras sobre la experiencia de los trabajadores
emigrantes en Europa”, según es su subtítulo. Este libro apareció
originalmente en 1974, “hecho” por: Sven Blomberg, pintor; Richard Hollis,
diseñador; Jean Mohr, fotógrafo, y el propio John Berger. En 2002, aparece la
versión en español, a cargo de Eugenio Viejo, publicada por Huerga y Fierro. La
explicación a tan singular título viene en el primer texto del álbum, el poema
de Attila József, El séptimo, pero
viene también, sobre todo, en el segundo, un párrafo que copiamos íntegramente:
“En Alemania (y en Gran Bretaña) uno
de cada siete trabajadores manuales es emigrante. En Francia, Suiza y Bélgica
alrededor del 25% de la mano de obra industrial la forman extranjeros.”
Otros versos,
ya en la página 17, “No es posible la
paz/ mientras algún estado/ pueda adquirir a otro/ por herencia/ cambio/ o
donación”, adaptación del punto 2 de la breve pero impensablemente
adelantada y vigente obra de Kant, La
paz perpetua, de 1795, terminan de darnos el marco, los parámetros y la
motivación suficiente para adentrarnos en la lectura de estas escuetas 45
páginas.
Así, lo que vamos a encontrar en Una paz europea es una poliédrica reflexión,
desde la experiencia propia y familiar, sobre el fenómeno que generalmente
conocemos como “emigración” a lo largo de las últimas décadas en Europa, y sus
causas y repercusiones económicas, sociales, políticas y culturales, y cómo
éstas han marcado y marcan a las personas, a las familias, a los pueblos. A otro nivel, se insiste en la
idea del desequilibrio entre los países del norte, más industrializados y
necesitados de mano de obra, y los países del sur, necesitados de trabajo. El
ajuste puntual y transitorio de esas dos “necesidades” es lo que, en irónica
propuesta, entendemos aquí como “paz europea”.
Una paz europea se editó a principios de este año en
Pre-Textos, Poesía, tras obtener el último Premio “Villa de Cox” (Alicante). Es
la tercera obra poética que publica F. Fernández (Círculos, KRK, 2001 y Folk, Pre-Textos,
2013), que trabaja como profesor en la Universidad de Newcastle y ha centrado
gran parte de su labor literaria en la traducción del alemán, inglés y francés
de un gran número de poetas europeos: H. von Hofmannsthal, M. Louise Kashnitz,
Kevin Venneman, Patrick Kavanagh, Georges Rodenbach o Kafka, entre otros. A pesar de lo expuesto y pese al título, y aunque no
está exento de una marcada preocupación social, el libro quiere huir de lo
trascendental o lo ambicioso, y de lo meramente reivindicativo. En realidad, el
autor va intencionadamente hacia lo más personal: sus vivencias como expatriado
(el libro está escrito a lo largo de 3 años entre Langreo y las ciudades
británicas Hull, Leeds y Newcastle), su
familia de emigrantes y exiliados, su pasado y el de sus antepasados (“Treinta quilómetros en trescientos años,/
como si lleváramos el valle a cuestas”, página 11), su habla y sus raíces
(son muy numerosos los términos de léxico asturiano y de topónimos del concejo
de Langreo); y algunas experiencias duras, seguro que imborrables por mucho
tiempo, y los aprendizajes que inevitablemente conforman su bagaje cultural y
vital. Alguna pregunta no explícita parece sobreentenderse bastante antes de
terminar la lectura: “¿Qué ha cambiado en este ámbito desde que sus abuelos
emigraron tras la guerra?”. Con
anterioridad, en la página 13, leíamos: “Mi
exilio y tu éxodo no caben en una cama de noventa”.
Es, por
tanto, un libro de memorias, de la propia y de la colectiva de una familia,
como tantas, de tradición emigrante, y son esas memorias el hilo conductor de la
historia de viajes y regresos, nostalgias y reencuentros que se va desgranando
a lo largo de las quince escenas descritas los poemas. El primero de ellos, por
ejemplo, nos encuadra perfectamente en el escenario principal de esa historia:
el valle de Langreo (“Por la parte de
Paxumal…”), nos presenta a los personajes, el narrador y su abuelo, y nos
pone en situación: un diálogo intergeneracional (“Mi abuelo saca dos sillas de
la chabola. Sabes tú que nun soy de muchu
charrar, pero le gusta que nos sentemos fuera…”). El último nos lleva a la Plaça del milicia desconegut, hoy Plaça de Sant Josep Oriol, en Barcelona, a
ver cómo han cambiado las cosas en ese espacio desde 1936 (“Ahora a la guerra
de clase la llaman turismo, la llaman
movilidad.”).
Septiembre de 2016.