Juan Ramón Mansilla y Carlos Morales – autor y editor, respectivamente; exigentes poetas y amigos ambos- me envían lo penúltimo de la Colección “La Piedra que habla”, de El Toro de Barro. Se trata de Una habitación en rojo, colección de 46 poemas muy en la línea del poeta y de la editorial.
Frescura y oficio, reflexión y espontaneidad, nostalgia y celebración, expresión y hondura, memoria, lenguaje, la vida, que se nos escapa y no sabemos cómo llamarla. Todo convive en esta íntima habitación de Juan Ramón y de todos. No faltan tampoco esos poemas que tienen al poema como razón para escribir y para vivir.
Transcribo algunos de los que más me gustan. Gracias, Juan Ramón; gracias, Carlos.
PERGAMINO
Un pergamino con la tinta borrosa y esquinas quemadas.
No hay página oscura.
Uno a uno regresan al aire los pájaros más altos.
Es algo tan fácil que me aterra.
¿No Adviertes en tu interior –me digo- algo que cruje, como
cuando al volar se aplasta un insecto?
ANALOGÍAS
Escribo este poema un domingo de abril.
Suena una canción.
Un árbol se agita con el viento.
Ayer, a estas horas, estaba de viaje.
Ahora aún sigo viajando, yendo
desde estas palabras a otro lugar.
Leo en un libro de Auden
que las analogías son basura
sobre la que nuestros sentidos basaron la fe.
Sea o no verdad apenas importa.
He pasado estos días divisando
señales que el calor avivaba
como un fuelle la lumbre
que otras llamas dejaron.
La analogía es una argucia,
polvo seco en la garganta.
Creencias que allega el recuerdo
y quedan.
REFLEJOS
Mi padre ha muerto y de algún
modo me sonríe cada vez
que enciendo un cigarrillo
El viento contra la fachada:
ese poder de borrarlo todo
que tiene la muerte
Te asomas en mí
ahora si te atreves sé tú quien
dibuje mi rostro en el espejo
MIGRACIONES
Has visto
las grullas
que retornan
y pides un poema
para ir
y no volver.