SI DESCUBRES UN INCENDIO
Alberto Conejero
La Bella Varsovia / Poesía
Septiembre 2016.
Muy lejos quedan ya los tiempos en que los dramaturgos
o novelistas de prestigio tenían que ceder inevitablemente a la tentación de escribir
poesía, con diversa fortuna, como fue el caso del Duque de Rivas, Valle-Inclán
o Unamuno, o en los que los grandes poetas probaban su talento en el campo del
teatro, también con diversa fortuna, como Espronceda, Alberti o Miguel
Hernández, por ejemplo -nos reservamos intencionadamente a García Lorca por ser
tan importante como poeta como dramaturgo, y en ambos casos, cima. Más lejos
aun, hasta el Siglo de Oro, hay que retroceder para dar con un momento en el
que la medida de un escritor la daban el número de “comedias” representadas y
el éxito de las mismas y no la publicación de poemas u obras de cualquier otro
género -recordemos aquí que el propio Cervantes se tenía por un escritor mediocre
al ser un autor teatral y un poeta fracasado, a pesar del éxito que vivió su
obra novelística.
No
es fácil encontrar a lo largo de nuestra literatura, aparte del citado García
Lorca y sobre todo de Lope de Vega, escritores que cultiven con igual
predicamento teatro y poesía, y desde luego no en las últimas muchas décadas,
marcadas en cuanto a la creación y el consumo literarios por una preferencia de
la novela o incluso la poesía en detrimento del género teatral y, en general, por
una mal entendida especialización que pretende relegar a los autores y expertos
en unas disciplinas en puros analfabetos respecto a otras. Por eso, no deja de
sorprendernos, y a la vez de alegrarnos, la incursión de un dramaturgo con una
obra consolidada y reconocida en el terreno, siempre incierto y arriesgado, de
la lírica.
Es
el caso de Alberto Conejero (Jaén, 1978), quien, a pesar de su juventud, es
autor de un importante número de éxitos teatrales: Húngaros (2000), Premio Nacional de Teatro
Universitario; Cliff (2010), Premio Leopoldo Alas Mínguez de Literatura
dramática; Ushuaia (2013),
premio Ricardo López de Aranda; La extraña muerte de una cupletista contada por su perro (2014); La piedra oscura (2014), distinguida con el
premio a la mejor creación original, con el Premio Ceres, el Premio José
Estruch y con el Max al mejor autor teatral 2016; y Todas las noches de un
día (2015), con el que ganó el III Certamen de Textos Teatrales de la AAT.
Con Si descubres un incendio se inicia en la poesía, pero el libro no
parece en modo alguno una colección de primeros poemas al uso; no nos parecen
precisamente estos versos los de un poeta diletante. “Desde antes que el teatro
le abriera paso, Alberto Conejero estaba con el fuego en la poesía”, dice
Antonio Lucas al inicio del prólogo; y poco más adelante: “A. C. se estableció
en la literatura con una sed que desaloja ríos, pero en el principio fue el
poema.” Y en el segundo párrafo, insiste: “Hablamos de un hombre de teatro,
pero no solo. Hablamos de un poeta.” En realidad, gran parte del prólogo, más creativo
que académico, está dedicada a reforzar esta idea: “La poesía es la forma de
pensar de este hombre.”
El título, que, como es
costumbre, da nombre también al primero de los treinta textos que componen la
colección y a la primera de las tres partes en que se estructura, está prestado
de un mensaje de emergencia de los trenes de la RENFE, “Si usted descubre un
incendio o humo en algún vehículo”, y figura como cita de ese primer poema.
Pero la cita que introduce el libro, de uno de los más grandes dramaturgos del
siglo XX, Tennessee Williams, es sin duda más aclaratoria: “y así es como la
gente muere incendiada en los hoteles”, y no es, como sería de suponer, de
ninguno de sus dramas, sino del poema CONTAR LA VIDA, de su libro de 1956 En el invierno de las ciudades. Williams
publicó en 1977 una segunda entrega de poemas, Androgyne, mon amour, y nos deja –¡oh, casualidad!- otro ejemplo de
prestigioso autor teatral seducido por la magia de los versos.
Según el poema CONTAR LA
VIDA, “después de acostarte por primera vez con alguien (…) enciendes un
cigarrillo (…) uno de ustedes cae dormido, y la otra persona hace lo mismo con
un cigarrillo encendido en la boca, y así es como la gente muere incendiada en
los hoteles.” Si descubres un incendio es
un libro de amor que quiere apartarse de los tópicos de la tradición poética amorosa
que representan Neruda, Salinas, Hernández, Aleixandre u Otero, por citar
algunos de los autores más representativos; se pretende actualizar temas
clásicos, como el carpe diem o tempus fugit, de los que nunca se aleja. Hay mucho amor en los trenes (ver
CRUCIGRAMA, en página 31), en los hoteles (el soneto HABITACIÓN DE HOTEL, en la
44), en las ciudades (ERA MADRID LA CIUDAD, 45). Hay, en fin, mitología,
Shakespeare, astronomía, largos viajes y hondas lecturas en la mochila, hay
también un recuerdo a Carlos Bousoño y a María Zambrano, y hay hasta un
romancillo con título en inglés: ANOTHER
FUCKING LOVE SONG (página 38). Demasiada labor, demasiada sabiduría, demasiada
inspiración, demasiada pasión, demasiadas cosas buenas para dejarlas pasar.
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