Envuelto en la penumbra de esta hora
lenta, incierta, indecisa, me despego
de lo que sé que soy, y a mí me ruego
ser cualquier otro ser, para el que "ahora"
no sea sólo la desoladora
certeza de un "jamás"; otro más ciego
que no vislumbre en el adverbio "luego"
lo que encierra de nada abrumadora.
Ya es la penumbra oscuridad y sueño,
y nada cambia en mí o entre mis cosas,
salvo que hay más y más incertidumbre.
Y mañana vendrá, y con más empeño,
para hacer de sus horas, ya dudosas,
y de mi afán de ser otro, una lumbre.
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