POEMAS, RESEÑAS DE LIBROS DE POESÍA, TRADUCCIONES, HAIKU.

martes, 28 de agosto de 2012

MANUEL PINILLOS III


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Del libro Lugar de origen, publicado en 1965, por la Institución “Fernando el Católico”  (C.E.S.I.C.), es este poema. Curiosa, dolorosa, inquietante visión de la juventud de aquellos años. ¿Es tan distinta esa visión de la que se tiene hoy de nuestros jóvenes?, ¿son ellos, fuimos nosotros tan distintos?









LOS NUEVOS ADOLESCENTES


Los nuevos, ya tan viejos,
adolescentes que se desperdigan
en el poniente de su amanecer,
como bandadas de pequeños grajos,
y chillan, nos aturden
-oh, desgraciado encuentro, tan ruidoso-
en el momento del ya oscurecerse,
y nos dejan perdidos de voces que se caen
y de silbidos y de no estar creyendo
que un algo, antiguo como el alba,
pueda salvarse en otro tiempo suyo venidero.

En bandas, apoyándose
En el grupo, en el número, chillando,
Pájaros negros, crías insolventes,
vacíos de verdad y casi ciegos,
mirando la ciudad como botín,
estúpidos, rodantes y salvajes
cual una enorme bola de rumor,
entre el candor y la insolencia,
hacia un confuso norte van;
se remansan un poco entre los bares,
reman allá en cerveza occidental
para nórdicos, blandos marineros,
y queman la briosa juventud
en un llamear de sordo incendio
que no sabe salir, que se diluye
en un girar, correr, brotar
hacia horas insulsas que se apagan
-tras tanto fragoroso deslizarse
y requemarse en el vacío-.

Ayer mismo –era ayer,
cuando la vida estaba contenida,
y pacíficamente estrenaba su vestido
de crepúsculos lentos, gozadores-,
otros adolescentes respiraban
aroma de crecer, pero impeliendo
un ansia de hombrearse, de algún día
campanillear la atmósfera terráquea
con su júbilo echando el ancla.

Ya no; son sólo ruido, son catástrofe,
puro guiñol y trama de romperse:
en astillados ríos de desechos,
en desperdicios y batallas de barrio,
que nada de raíz entrelazan.
No quieren suceder, no tienen puerto,
y no buscan ninguna perspectiva.
Sencillamente  irrumpen.
Están como muñecos de la tierra,
empujados por ondas de desgracia,
rojos como muñones.
Los inseguros, los vencidos
brotes de la mejor etapa,
y donde las generaciones últimas
dejan un hueco cadavérico.

Habrá que construirlos, darles un poco de trabajo,
mostrarles la canción, y el pábilo.
Decirles que la vida ocurre
y es oro que destila y tiene andar;
ponerles el camino y el cansancio más sano,
aquel que está al volver del amor que ha tenido;
de la lucha que iba a su riesgo,
de la casa habitable,
de los años que dejan un poso de nido, una estrella.

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